sábado, 25 de abril de 2009

PLUS FORT QUE LE SANG

“La langue commune forme des liens plus forts que les liens du sang. »

« El idioma común forma lazos más fuertes que los lazos de sangre”.

Alice Parizeau

¿Es cierto que los niños tienen más facilidad que los adultos para aprender un idioma?

Se suele pensar que los niños tienen más facilidad para aprender un idioma que los adultos, quizá porque no nos damos cuenta del trabajo que hacen para conseguirlo. Un niño, para hablar correctamente su idioma natal emplea unos ocho años, si tiene a su alcance los instrumentos necesarios, claro está. El niño, también, está en la escuela, esta todavía en la dinámica del aprendizaje, todo lo tiene que aprender y en la mayoría de los casos todo lo quiere aprender.
El deseo de saber hace saltar los obstáculos y eso es así a cualquier edad pero hay que saber que obstáculos siempre hay.
Quizá el niño aprende con más facilidad que un adulto porque siempre quiere más. Tiene la ventaja de que su deseo esta siempre en juego, y eso, no es una ventaja del niño ni de lo infantil, es una posibilidad para el ser humano. Otras ventajas que suele llevar consigo un adulto es que ya conoce otro idioma extranjero, sabe como le conviene estudiar y en la mayoría de los casos sabe porque lo esta haciendo.
La facilidad para aprender un idioma no depende de la edad.

¿Cuál es la labor de un profesor de francés?

Muchos somos los que hemos aprendido a hablar francés correctamente. Pero, claro, saber hacer pasar, dar esos datos o mejor dicho aún, trasmitir no es tarea fácil ni basta con saber hablar correctamente. Hay varios pasos para el profesor: ver cómo funciona el idioma para poder contarlo. De qué manera se forma desde el verbo el sustantivo? Ese es el cuentito que al alumno le gusta escuchar y al profesor le gusta contar. Pero para empezar a dar pasos con esas palabras extrañas, más que reglas y teoremas lo que hace falta es repetir; escuchar y repetir. Así cómo hacen los niños que con la primera palabra que aprenden la repiten apuntando con el dedo cualquier cosa, pues así tendríamos que poder hacer, igual en la edad adulta.
Aprender un idioma es un trabajo para el alumno, como para el profesor, enseñarlo.
En primer lugar, el profesor debe conocer el funcionamiento del idioma que pretende enseñar, haberlo estudiado. Pero tener los datos y querer trasmitirlos es necesario, entonces, pero no es suficiente.
El profesor tiene que poder ver dónde está el alumno, en qué lugar de su proceso de aprendizaje y qué importancia tiene para él ese nuevo conjunto de conocimientos.
Además, deberá observar durante las clases, de qué manera asimila la información, qué le es más fácil, qué le es más difícil, dónde se suele equivocar. Ayudarle a solucionar sus dificultades puntuales a la hora de hablar, que son particulares en cada alumno, diferentes a las de los demás.
De esta manera el alumno se siente cuidado en su formación, ve en el profesor una mano segura que le guía por ese camino de incertidumbres que es el camino de todo aprendizaje. Cuando el alumno empieza a confiar en el profesor es cuando empieza a asimilar los datos, incluso a darse cuenta de que sabe muchas más cosas que las que creía.

Para aprender o acercarse a la lengua francesa hacen falta varios instrumentos: libros, documentos, audios, películas, etc… Y de manera imprescindible, el alumno y la profesora. En los libros, se halla (situamos) el conocimiento, los datos que el alumno tendría que aprehender, y por otro lado, situamos, en el alumno y en la profesora, el deseo. El deseo de aprender para el primero y el deseo de enseñar para la segunda. Para que se dé el resultado esperado, tienen que estar estos elementos. El deseo sería según la imagen de Plutarco, una lámpara encendida. La labor verdadera de la profesora sería entonces la de transmitir su interés por la lengua francesa.